La Constitución que entró en vigencia en 1919 tenía la característica de establecer la renovación parcial del ejecutivo colegiado y del Senado y la renovación total de la Cámara de Representantes y del Gobierno Municipal. En consecuencia, el país vivió un clima de lucha electoral casi permanente, porque casi todos los años había elecciones para renovar un tercio del Consejo Nacional de Administración o la Cámara de Diputados, o la de Senadores.
La frecuencia de las elecciones dejó definitivamente atrás la práctica de la lucha armada y estimuló muchísimo la participación electoral. Las escasas diferencias electorales entre blancos y colorados fueron también un estímulo para esa participación masiva y para la negociación política. Al mismo tiempo, los mecanismos de votación y control del sufragio también se fueron perfeccionando.
Durante la década del '20 se aprobaron leyes electorales y se crearon organismos específicos para organizar y controlar los comicios (Corte Electoral). Los adelantos en fotografía e impresión digital (Credencial Cívica) facilitaron la depuración del Registro Cívico y dificultaron el fraude, en tanto la fiscalización de la Corte Electoral dotó al acto comicial de mayores garantías. Al mismo tiempo otras leyes regularon la nueva realidad partidaria, ya que si bien se mantenía la pertenencia mayoritaria al partido blanco o colorado, habían surgido facciones internas en cada uno de ellos, con intereses e ideologías diferentes entre sí.
La ley de lemas de 1925 estableció el carácter de lema para el Partido y el de sublema para sus facciones internas. Con esto, convirtió a las minorías intrapartidarias en aliados imprescindibles para la victoria, especialmente porque las elecciones nacionales marcaban una estrecha diferencia de votos entre blancos y colorados. De ahí que las mayorías en cada partido se vieron obligadas a hacer frecuentes concesiones a los grupos minoritarios, lo que mereció el nombre de "política del compromiso". Muchos fueron los acuerdos y alianzas que, a veces a costa de sus propios intereses, tuvieron que hacer las mayorías partidarias, en especialel batllismo.
Finalmente la década del '20 se caracterizó por un Partido Nacional unido detrás de la candidatura de Luis Alberto de Herrera, mientras el Partido Colorado seguía reflejando las divisiones heredadas del debate constitucional de 1917. Aun así, Batlle y Ordóñez lideró el sector mayoritario hasta su muerte en 1929.
Tomado de Historia 3. Editorial Santillana
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