En este resumen el historiador inglés Eric Hobsbawm nos explica los orígenes de la segunda guerra mundial.
Ahora bien, las respuestas a los interrogantes históricos no son tan sencillas. La situación internacional creada por la primera guerra mundial (1914-1918) era muy inestable, especialmente en Europa, pero también en el Extremo Oriente y, por consiguiente, no se creía que la paz pudiera ser duradera. La insatisfacción por el resultado de la guerra anterior y los tratados de paz, no la manifestaban sólo los estados derrotados, aunque éstos, especialmente Alemania, creían tener motivos sobrados para el resentimiento. Todos los partidos alemanes, desde los comunistas, en la extrema izquierda, hasta los nacionalsocialistas de Hitler, en la extrema derecha, coincidían en condenar el tratado de Versalles como injusto e inaceptable. (…) Sin embargo, también Japón e Italia, aunque integrados en el bando vencedor, se sentían insatisfechos; los japoneses con más justificación que los italianos, cuyos anhelos imperialistas superaban en mucho la capacidad de su país para satisfacerlos. De todas formas, Italia había obtenido de la guerra importantes anexiones territoriales en los Alpes, en el Adriático e incluso en el mar Egeo, aunque no había conseguido todo cuanto le habían prometido los aliados en 1915 a cambio de su adhesión. Sin embargo, el triunfo del fascismo, movimiento contrarrevolucionario y, por tanto, ultranacionalista e imperialista, subrayó la insatisfacción italiana. En cuanto a Japón, su considerable fuerza militar y naval lo convertían en la potencia más formidable del Extremo Oriente. (…) Pero sin duda Japón, cuya industrialización progresaba a marchas forzadas, aunque la dimensión de su economía seguía siendo modesta, creía ser acreedor a un pedazo mucho más suculento del pastel del Extremo Oriente que el que las potencias imperiales blancas le habían concedido. Además, los japoneses eran perfectamente conscientes de la vulnerabilidad de su país, que carecía prácticamente de todos los recursos naturales necesarios para una economía industrial moderna, cuyas importaciones podían verse impedidas por la acción de los navíos extranjeros y cuyas exportaciones estaban a merced del mercado estadounidense.
No obstante, por muy inestable que fuera la paz establecida en 1918 y por muy grandes las posibilidades de que fuera quebrantada, es innegable que la causa inmediata de la segunda guerra mundial fue la agresión de las tres potencias descontentas, vinculadas por diversos tratados desde mediados de los años treinta. Los episodios que jalonan el camino hacia la guerra fueron la invasión japonesa de Manchuria en 1931, la invasión italiana de Etiopía en 1935, la intervención alemana e italiana en la guerra civil española de 1936-1939, la invasión alemana de Austria a comienzos de 1938, la mutilación de Checoslovaquia por Alemania en los últimos meses de ese mismo año, la ocupación alemana de lo que quedaba de Checoslovaquia en marzo de 1939 (a la que siguió la ocupación de Albania por parte de Italia) y las exigencias alemanas frente a Polonia, que desencadenaron el estallido de la guerra. Se pueden mencionar también esos jalones de forma negativa: la decisión de la Sociedad de Naciones de no actuar contra Japón, la decisión de no adoptar medidas efectivas contra Italia en 1935, la decisión de Gran Bretaña y Francia de no responder a la denuncia unilateral por parte de Alemania del tratado de Versalles y, especialmente, a la reocupación militar de Renania en 1936, su negativa a intervenir en la guerra civil española, su decisión de no reaccionar ante la ocupación de Austria, su rendición ante el chantaje alemán con respecto a Checoslovaquia (el «acuerdo de Munich» de 1938) y la negativa de la URSS a continuar oponiéndose a Hitler en 1939 (el pacto firmado entre Hitler y Stalin en agosto de 1939).
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