La interpretación occidental ortodoxa y el revisionismo
En los primeros años, los estudios dedicados a la Guerra Fría guardaban un gran apego a la ortodoxia, entregando explicaciones unilaterales, donde las causas principales radicaban, esencialmente, en la agresividad soviética y su afán expansionista sobre el resto del mundo. Desde esta perspectiva, Estados Unidos se consideraba legítimo defensor del mundo libre, al cual debía proteger, evitando de ese modo el avance de las fuerzas comunistas que amenazaban con extenderse por todo el orbe.
Un ejemplo de esta interpretación lo refleja la definición establecida en el Manual de Temas Militares de la República Federal Alemana en 1963: “La Guerra Fría es la forma procedente del agresivo comunismo mundial, de la confrontación político-espiritual y psicológico-propagandística con el mundo no-comunista. En la Guerra Fría, el comunismo mundial quiere, en primer lugar, dominar la conciencia de las masas. Por tanto, el mismo trata de que su influencia penetre en todos los ámbitos vitales de la sociedad en los Estados no-comunistas. La meta suprema de la guerra fría radica en el completo dominio, descubierto u oculto, del mundo no comunista. A tal efecto se utilizan preferentemente medios no-militares. No obstante, de vez en cuando también puede recurrirse a medios militares. Los éxitos comunistas en la Guerra Fría pueden conducir a situaciones revolucionarias”.
Como se puede apreciar, según esta perspectiva, la Guerra Fría es un instrumento del comunismo mundial, que espera poder lograr la subversión de las masas en los países occidentales. Para obtener sus objetivos, el mundo comunista utilizaba preferentemente medios no militares, por ejemplo, la propaganda. No obstante, la utilización de medios militares no se encuentra descartada. De este modo, el actuar de Estados Unidos se explica como parte de la legítima defensa ante el inminente peligro que significa para el mundo occidental los afanes agresivos y expansionistas del mundo comunista.
La interpretación ortodoxa se fue matizando y orientando hacia estudios más objetivos que intentaban poner en perspectiva los diversos factores involucrados en las causas que originaron la denominada Guerra Fría.
Como ejemplo de esta evolución se puede mencionar el análisis propuesto por Jean Duroselle, en su libro “Europa de 1815 a Nuestros días” (1967). En él se evidencia un claro interés por aproximarse a un estudio crítico y no ortodoxo del conflicto sostenido por las dos superpotencias. Para este autor, el conflicto entre dos ideologías político-sociales se transformó en el fenómeno más sobresaliente de la posguerra. Durante la guerra, las necesidades de permanecer unidos habían disfrazado las profundas heterogeneidades entre los principales componentes de la coalición, pero una vez que la conflagración terminó las divergencias se hicieron insalvables. Más aún, debido a que la guerra había contribuido a consolidar como superpotencias militares tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética. Desde esta perspectiva, las condiciones para que se produjera la Tercera Guerra Mundial ya estaban generadas. Pero la conflagración no se llevó a cabo, debido esencialmente, a lo que Duroselle denomina “equilibrio del terror”, el cual se explica a partir del hecho que la tecnología militar utilizada por ambos bandos había sobrepasado por primera vez los límites de la destrucción total. Ante tales condiciones, dar comienzo a un conflicto directo, habría significado sentenciar a muerte a la propia población, cuestión a la que ninguno de los dos bandos en pugna quería arriesgarse. Así había sido hasta 1967, año en que se edita por primera vez la obra citada de Duroselle, y así continuó siendo hasta el final de la Guerra Fría.
Otro de los autores que se destacan en la evolución de la historiografía occidental es Andre Fontaine, con su obra “La Historia de la Guerra Fría” (1970). Para Fontaine, la Guerra Fría era un enfrentamiento entre soviéticos y norteamericanos, motivados por sus ambiciones e intereses contrapuestos, por el choque de dos ideologías de pretensión universal, encarnadas cada una de ellas en un estado con poder suficiente para hacer de él un candidato a la hegemonía. Solo el “equilibrio del terror” había permitido una especie de armisticio. Como se puede apreciar, Fontaine elabora una definición equilibrada que contempla las responsabilidades de ambos actores, subraya también el factor crucial que hasta ese momento (1970), había impedido el enfrentamiento: el denominado “equilibrio del terror”.
¿Qué dice la historiografía occidental actual?
A continuación se exponen las perspectivas de análisis presentadas por la historiografía occidental actual. Todos los autores que se analizan a continuación cuentan en su haber el poder contemplar su objeto de estudio, la Guerra Fría, como un proceso acabado, ya que todos escriben durante la última década del siglo XX e incluso en los primeros años del presente siglo.
En primer lugar, recogemos la propuesta de Juan Pereira en "Orígenes de la Guerra Fría”, destacamos de su obra la definición del concepto, los ejes cronológicos y su intento por resumir y sintetizar a partir de las interpretaciones divergentes un concepto que contenga las principales características de la Guerra Fría.
Para este autor, la Guerra Fría dura casi 45 años, se extiende desde 1947 hasta 1989-1990. En ese período la Guerra Fría se transformó en factor central de las relaciones internacionales. Condicionó la política exterior de Estados Unidos y la URSS, y también de gran parte de las naciones del mundo, del norte y del sur, del Este y el Oeste. Este peculiar conflicto no sólo se desarrolló en Europa, sino que progresivamente se fue mundializando, convirtiéndose el tercer mundo en principal teatro de operaciones militares. No obstante, la Guerra Fría no sólo es el conflicto entre el Este y el Oeste, pues sus manifestaciones y consecuencias se pueden apreciar en campos tan variados como el de la psicología de la guerra, la creación de la red de Internet, la censura en el cine y los medios de comunicación.
El año 1947 es considerado por J. Pereira como punto de partida de la Guerra Fría, ya que es ahí, donde según su apreciación se evidencia el quiebre definitivo de la alianza de guerra. Y esto viene a manifestarse concretamente a través de la Doctrina dada a conocer por el Presidente norteamericano Harry Truman, quien el 12 de marzo de 1947 se dirigió al Congreso de EEUU para anunciar un cambio importante en los objetivos y estrategias de la política exterior norteamericana. La idea central del discurso versaba, esencialmente, entorno a la responsabilidad que debían adoptar los Estados Unidos en defensa del mundo libre frente al asedio de los regímenes totalitarios. En términos concretos, se estaba pidiendo al Congreso la autorización de apoyar económicamente a Grecia y Turquía frente al avance comunista.
“Uno de los objetivos fundamentales de la política de EEUU es la creación de condiciones en las cuales nosotros y otras naciones podamos forjar una manera de vivir libre de coacción (…) debemos estar dispuestos a ayudar a los pueblos libres al mantenimiento de sus instituciones libres y su integridad nacional (…)”“Si dejamos de ayudar a Grecia y a Turquía en esta hora decisiva las consecuencias, tanto para Occidente como Oriente serían de profundo alcance (…) Pido al Congreso la cantidad de 400 millones de dólares durante el período que termina el 30 de junio de 1948” H. Truman. 12 de febrero 1947
El discurso viene a significar un hito crucial en el cambio experimentado por las relaciones internacionales. Por una parte el compromiso que Estados Unidos está asumiendo en defensa de Grecia significa el reconocimiento de la inminente decadencia del último país europeo que podría haber jugado como contrapeso en el período de posguerra, este es Gran Bretaña. En este punto debemos recordar que en febrero de 1947, el Ministro de Asuntos Exteriores Británico, Ernest Bevin, hizo saber al Gobierno Norteamericano que Gran Bretaña no podía soportar más la carga que había asumido de ayudar financiera y militarmente a Grecia y a Turquía. Por otra parte, en el discurso se esboza la política que va a caracterizar todo el período abarcado por la Guerra Fría, nos referimos a la Contención.
Volviendo al análisis presentado por Juan Pereira, éste considera que la Guerra Fría tuvo por elementos constitutivos las siguientes características:
Fue un enfrentamiento directo y no bélico, primero entre Estados Unidos y Unión Soviética, después por los dos bloques liderados por éstos Estados. Un enfrentamiento que se inició en 1947 entre los dos Estados con mayor poder e influencia en el mundo que adquirieron un nuevo status en la política internacional: el de superpotencia. Posición adquirida tanto por sus intereses mundiales y recursos disponibles, como por los medios políticos, ideológicos y militares que tenían para alcanzar sus objetivos. Este nuevo equilibrio de poder dio lugar a un sistema internacional bipolar y flexible, en el que junto a las dos potencias y los bloques que estaban bajo su influencia, se encontraron actores no alineados y un actor universal, la ONU, que trató de jugar un papel atenuador de la tensión internacional. En este sistema bipolar ambas potencias trataron de distinguir entre aliados u enemigos, delimitaron sus zonas de influencia y trataron de ampliarlas a costa del bloque contrario, intentando evitar cualquier desviacionismo político o ideológico en sus respectivas zonas. No hubo posibilidad de que un Estado se declarase neutral sin el consentimiento de las dos superpotencias.
Ocupada, controlada y delimitada una zona de influencia su respeto por la otra superpotencia fue una regla básica. Cuando esta regla se incumplió y muy especialmente cuando este incumplimiento afectó a territorios incluidos en el perímetro de seguridad establecidos por las dos superpotencias, el peligro de enfrentamiento directo surgió y la tensión se agravó provocando los momentos de mayor inestabilidad. El enfrentamiento entre los bloques se fue mundializando paulatinamente a partir de los primeros choques en Europa. De forma progresiva el antagonismo ideológico y dialéctico se amplió y en él se integraron factores políticos, psicológicos, sociales, militares y económicos, convirtiéndose de este modo en un enfrentamiento global.
La tensión impulsó la elaboración de una política de riesgos calculados, con la disuasión nuclear como eje básico, que adoptó una estrategia diplomática militar cuyas bases fueron: la contención del enemigo y de su expansión; La disuasión de cualquier acto hostil ante la amenaza de recurrir al enfrentamiento bélico y provocar cuantiosos daños; la persuasión con factores ideológicos y psicológicos; la subversión para eliminar autoridades políticas o militares que no aceptaron los valores o las reglas del bloque en el que estaban integradas; el espionaje ante la necesidad de conocer rápida y verazmente las actividades y decisiones del enemigo.
El segundo autor que consideramos en este análisis es Julio Gil, quien se pregunta por el origen del término Guerra Fría, del cual sostiene “es de origen norteamericano. Lo inventó en 1947 el periodista Herbert B. Swope para su uso en un discurso del senador Barnard Baruch. Lo recogió otro periodista Walter Lipman que lo popularizó en una recopilación de sus artículos titulada La Guerra Fría. Estudio de la política exterior de los Estados Unidos. A finales de los años cuarenta la expresión había ganado carta de naturaleza y se utilizaba para designar al complejo sistema de relaciones internacionales de la posguerra, la pugna entre las dos superpotencias por la hegemonía mundial y la aparición de un abismo de hostilidad y temor entre los dos grandes bloques geopolíticos”. Como se puede apreciar, inmediatamente explica que el término Guerra Fría se utilizó para caracterizar al nuevo tipo de relaciones internacionales que sobrevendría entre las dos grandes potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. En este nuevo período, la característica estaría dada por la tensión generada a partir de la competencia que ambas superpotencias emprendieron con el fin de asegurar su hegemonía mundial.
En el análisis de Julio Gil se destaca la caracterización de la vida internacional durante el período de la Guerra Fría:
1. La estructuración de un sistema bipolar rígido, en el que no cabían las posiciones intermedias, que alineaba a dos bloques de países agrupados entorno a dos potencias imperiales, Estados Unidos y la Unión Soviética.
2. La tensión permanente entre los dos polos, motivada por la búsqueda del equilibrio estratégico en un mundo profundamente alterado por la Segunda Guerra Mundial y sometido a continuos cambios en la posguerra.
3. Una política de riesgos calculados destinada en un primer momento a la contención de los avances del adversario y luego a disuadirle de cualquier acto hostil, pero evitando provocar un conflicto de carácter mundial. Esta política condujo a la continua aparición de puntos calientes (Corea, Berlín, Cuba, et.) , Donde los bloques midieron sus fuerzas, dispuesto a volver a las negociaciones cuando los riesgos fueran excesivos para ambos.
4. El papel asignado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como foro de discusión entre los bloques, último recurso ante las crisis y, a la vez, escenario de la propaganda de los adversarios.
Finalmente hemos contemplado el análisis propuesto por Eric Hobsbawm, para quien la Guerra Fría es el telón de fondo sobre el cual se estructura el devenir histórico de los últimos 45 años del que ha denominado “Corto siglo XX”, que abarca desde 1914 hasta 1991, es decir, entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética. Según Hobsbawm “(la segunda mitad de siglo XX) en su conjunto siguió un patrón único marcado por la peculiar situación internacional que lo dominó hasta la caída de la URSS: el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, la denominada Guerra Fría”.
La Segunda Guerra Mundial se encargó de dejar frente a frente a dos superpotencias militares. La URSS había salido del conflicto ocupando amplias extensiones de Europa, y rebosante de un enorme prestigio mundial, ya que según Hobsbawm a ella pertenecía, esencialmente, el mérito del triunfo ante las potencias del Eje. No obstante, en términos concretos la URSS no representaba ninguna amenaza inmediata para quienes se encontrasen fuera del ámbito de ocupación de las fuerzas del ejército rojo. Después de la guerra, se encontraba en ruinas, desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba de una población gran parte de la cual, fuera de Rusia, había mostrado una clara y compresible falta de adhesión al régimen. Pero esto último no lo tuvieron presente los políticos de Estados Unidos, que creyeron ver en la URSS una potencia expansiva y agresiva, frente a la cual era necesario actuar.
En términos concretos, para Hobsbawm el período en que se entiende la denominada Guerra Fría no hubo ningún peligro inminente de guerra mundial. Pues a pesar de la retórica apocalíptica utilizada por ambos bandos, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la Segunda Guerra Mundial. Desde esta perspectiva el rol que correspondió a las armas nucleares fue el haber mantenido y congelado esta situación hasta fines de la década de 1980, cuando amabas partes aceptaron que la otra sinceramente deseaba acabar con la carrera de armamentos. Esto aconteció concretamente entre los años 1986 y 1987, fecha en que se llevan a cabo las cumbres de Reykjavik y Washington. No obstante, el fin de esta peculiar guerra sólo se hizo inminente para todos con el hundimiento del Imperio Soviético en 1989 y la posterior disolución de la URSS en 1991.
Ahora bien, la particularidad que destacamos de este autor es su percepción acerca de las causas que motivaron el surgimiento de la Guerra Fría. Si bien, Hobsbawm reconoce que es tentador para todo historiador quedarse siempre con el término medio, buscando un justo equilibrio cuando se trata de hallar a los culpables o responsables de ciertos acontecimientos históricos, finalmente, termina equilibrando la balanza hacia la responsabilidad que tuvieron muchos políticos norteamericanos. Estos últimos habrían llegado a la conclusión de que la construcción de la imagen de un enemigo exterior era una herramienta política perfecta, que servía a sus intereses. Así, “El anticomunismo apocalíptico se volvió útil y tentador. Un enemigo exterior que amenazase a Estados Unidos le resultaba práctico a los gobiernos norteamericanos, que habían llegado a la acertada conclusión de que los Estados Unidos eran ahora una potencia mundial. Como fantasma y como uno de los mayores obstáculos internos se encontraba el aislacionismo. Si los mismísimos Estados Unidos no estaban a salvo, entonces no podían renunciar a las responsabilidades y recompensas del liderazgo mundial, igual que hicieron al término de la primera gran guerra”. Desde este punto de vista, era necesario crear una imagen del enemigo exterior, ya que de ese modo podía justificarse el giro que estaban experimentando las Relaciones Internacionales de Estados Unidos. Ya no se quedaría acorralado o protegido tras los dos océanos, sino que ahora tomaría participación directa en los diversos conflictos suscitados alrededor del mundo: Europa, Asia, América Latina y Asia.
Tomado y adaptado de:
http://historia1imagen.cl/2007/06/07/el-concepto-guerra-fria-en-la-historiografia/
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