domingo, 2 de septiembre de 2018

La inmediata posguerra: El surgimiento del Estado de Bienestar

La expresión inglesa Welfare state, que suele traducirse como Estado de bienestar o Estado providencia, se empleó por primera vez en 1941. Esta postura coincidía con la política social propugnada por el Partido Laborista y plasmada por uno de sus miembros más cualificados, William H. Beveridge, en un documento histórico del año 1942 conocido como Informe Beveridge. El proyecto se apoyaba en las conocidas teorías intervencionistas de Keynes, que habían inspirado algunas de las reformas sociales ensayadas en los años 30, y se concebía como una respuesta a las necesidades inmediatas creadas por la segunda guerra mundial -el reparto equitativo de unos recursos escasos y la nacionalización de servicios públicos- y como antídoto ante los males estructurales del capitalismo: el desempleo y la pobreza. El objetivo final de Beveridge era dotar a Gran Bretaña de un sistema avanzado de asistencia social que permitiera a los ingleses tener cubiertas sus necesidades mínimas en sanidad, educación y vivienda y ante cualquier contingencia de su vida laboral durante toda su vida y cualquiera que fuera su origen social.

La resistencia de los conservadores, que gobernaban en coalición con los laboristas bajo el liderazgo de Winston Churchill, impidió que los principios del informe Beveridge pudieran prosperar hasta la llegada del laborismo al poder, tras su victoria electoral de 1945. Para entonces, la creación del llamado Estado de bienestar, incluido el desarrollo de un sector público en la economía,se había convertido en un imponderable de la reconstrucción de los países europeos por la necesidad de los Estados de optimizar sus recursos y de dirigir la ayuda norteamericana hacia sectores estratégicos, además de cumplir con el propósito de garantizar a la población un mínimo de bienestar que actuara como barrera frente al comunismo. La "revolución keynesiana", como se la ha denominado, tenía también a su favor la inercia de la política intervencionista practicada en distintos países en el período de entreguerras, sobre todo durante la Gran Depresión de los años 30. El hecho es que frente al liberalismo económico del siglo XIX, la tendencia del siglo XX, inaugurada tras la Primera Guerra Mundial, acelerada en la década de 1930 y reforzada a partir de 1945, apuntaba hacia un modelo de sociedad que permitiera aprovechar la eficiencia del mercado y la capacidad redistributiva del Estado. 

Junto al elevado nivel de consenso que generó -el Estado de bienestar fue asumido casi unánimemente como uno de los pilares del progreso económico y social de la civilización occidental-, su otra característica fundamental fue el abandono de algunos dogmas del liberalismo económico y la adopción por parte del Estado de un papel activo en el crecimiento económico, basado en la demanda del sector público y en la elevada capacidad de consumo de la población, que, gracias al pleno empleo y a unos salarios altos, se mantendría por encima del nivel de subsistencia. Además el Estado asumió el coste del sistema de protección social, para lo cual se introdujo una nueva fiscalidad progresiva sobre la renta personal, capaz de permitir la financiación de la seguridad social, la enseñanza gratuita y universal, las empresas públicas, etc.

Estado de bienestar, democracia parlamentaria -ampliada con la generalización del sufragio femenino en la posguerra-, revolución tecnológica y sociedad de consumo fueron los principales ingredientes de lo que se conoce como la "Edad de oro", un período que arranca del fin de la Segunda Guerra Mundial y termina en los años 70, cuando la crisis del petróleo de 1973 puso término a un modelo de progreso económico y social que algunos creyeron irreversible. Dentro de la variedad de situaciones -por ejemplo, el Estado de bienestar se desarrolló con más fuerza en Europa que en Norteamérica o Japón-, la evolución de los países occidentales estuvo marcada por el impacto de la Guerra Fría y de la alianza anticomunista en la política interior y por el amplio consenso social y político que respaldó la reconstrucción de la democracia sobre bases relativamente distintas en aquellos países que la practicaban antes de la guerra y enteramente nuevas en Alemania, Italia y Japón.

Extraído de: Fuentes, J.F. y La Parra López, E. -"Historia Universal del siglo XX", Editorial Síntesis, 2001.



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