lunes, 3 de septiembre de 2018

Democracia y capitalismo en la posguerra europea

La restauración de la democracia liberal en Alemania occidental

Alemania, que había sido la cuna del nazismo, la forma más acabada del totalitarismo fascista, pasa a ser después de la Segunda Guerra Mundial un territorio ocupado por los ejércitos de los países vencedores, que con la declaración del 5 de junio de 1945 pasan a hacerse cargo de su destino. Inmediatamente se inició el proceso de desnazificación del país, que tuvo como episodio más señalado los Juicios de Nuremberg donde se condenó a muerte y diversas penas de prisión a los principales responsables del III Reich. Desprovista de régimen político, debido al hundimiento del nazismo, cada comandante en jefe fue dueño de su zona y, de forma progresiva, las cuatro zonas de ocupación (estadounidense, inglesa, francesa y soviética) dieron origen a dos entidades. Mientras en el Este los soviéticos vincularon su zona de ocupación al bloque socialista, en el Oeste las iniciativas norteamericanas crearon un nuevo Estado que adoptó el estatuto de democracia liberal.

En las tres zonas de ocupación aliadas (estadounidense, inglesa y francesa) se organizaron elecciones municipales, permitiéndose la reactivación de la vida política en torno a tres partidos: liberal democrático, cristiano demócrata y socialdemócrata. De 1946 a 1949 las tres zonas de ocupación se fueron unificando progresivamente para dar lugar al nacimiento de un Estado con la Constitución de la República Federal de Alemania. Esta reconstrucción política giró en torno a la supremacía del partido demócrata cristiano, representada en su líder, Konrad Adenauer. 

Antimodelo del Estado totalitario que era la Alemania nazi, la RFA nacía como un Estado de Derecho, es decir, que se basaría en los principios democráticos y valores que el nazismo había pisoteado: dignidad de la persona humana, rechazo de toda discriminación por motivos de ascendencia y de raza, garantía de las libertades fundamentales, etc. El régimen político instaurado sería  una democracia parlamentaria, con un gobierno federal responsable ante un Bundestag (Congreso) elegido mediante sufragio universal. Para prever posibles deslizamientos de la población hacia extremos políticos considerados nocivos para la democracia, se resolvió en 1952 la prohibición del neonazi Partido Socialista del Reich y en 1956 del Partido Comunista Alemán. 

El milagro alemán, es decir, el desarrollo espectacular de su economía y la fácil inserción de la RFA en el marco de las democracias occidentales, fue uno de los acontecimientos más sorprendentes de la posguerra. En ese contexto, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) decide en 1959 abandonar el marxismo, la lucha de clases y el objetivo último de la destrucción del capitalismo, orientándose hacia un socialismo reformista. Este cambio le permitió acceder al poder en 1966, en coalición con el Partido Demócrata Cristiano -que ya llevaba 20 años de gobierno en coalición con los liberales. En 1969 el SPD pasó a encabezar el gobierno a través de su líder Willy Brandt.

Basado en: Fuentes, J.F. y La Parra López, E. -"Historia Universal del siglo XX", 
Editorial Síntesis, 2001.
Berstein, S. "Los regímenes políticos del siglo XX", 
Editorial Ariel, 1996.


Los partidos socialistas y el Estado de Bienestar

En 1956 el político socialista británico Anthony Crosland escribió: "Tradicionalmente el pensamiento socialista ha estado dominado por los problemas económicos que planeaba el capitalismo: pobreza, paro, miseria, inestabilidad e incluso el posible hundimiento de todo el sistema... El capitalismo ha sido reformado hasta quedar irreconocible."

Los partidos socialistas y los movimientos obreros que tan importantes fueron en Europa en los años inmediatos al fin de la segunda guerra mundial, coincidieron perfectamente con este capitalismo reformado, porque a efectos prácticos no disponían de una política económica propia, a excepción de los comunistas, cuya política consistía en alcanzar el poder y luego seguir el modelo de la URSS... En la práctica, la izquierda dirigió su atención hacia la mejora de las condiciones de vida de su electorado de clase obrera y hacia la introducción de reformas a tal efecto. Como no disponía de otra alternativa, salvo hacer un llamamiento a la abolición del capitalismo, que ningún gobierno socialdemócrata sabía cómo destruir, o ni siquiera lo intentaba, la izquierda tuvo que fiarse de que una economía capitalista fuerte y generadora de riqueza financiaría sus objetivos. A la hora de la verdad, un capitalismo reformado que reconociera la importancia de la mano de obra y de las aspiraciones socialdemócratas ya les parecía bien.

Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 
La edad de oro, Los años dorados.

La reforma social en Europa Occidental

La reforma social progresista en política es una estrategia que procura la transformación de uno u otro aspecto del orden social imperante, o de ese orden en su totalidad, sin destruir o revolucionar sus fundamentos, en particular, sin atentar contra las relaciones de poder existentes. En el caso del movimiento obrero y socialista, el reformismo se expresa como negación de la lucha de clases y la revolución social, a favor de la colaboración entre las clases en aras de convertir el capitalismo en una sociedad de bienestar y justicia social.

La segunda posguerra es el período de convergencia definitiva, no solo práctica sino también doctrinaria, entre el reformismo socialdemócrata y el reformismo burgués. El sociólogo Anthony Giddens, afirma que “el Estado de Bienestar fue una creación tanto de la derecha como de la izquierda, pero en el período de posguerra los socialistas se lo atribuyeron como propio”. No es casual que el sistema de democracia burguesa, combinado con el macartismo y la Guerra Fría, haya llegado a su máxima expresión en esos años en América del Norte (Estados Unidos y Canadá) y los países de Europa Occidental en los que funcionó el “Estado de Bienestar”. En este período, la mayoría de los partidos socialdemócratas que mantenían el apego a la tesis de transformar el capitalismo en socialismo, dan el paso de abandonarla: la socialización de los medios de producción fue trocada por la defensa de la “democracia social”. En estos años se produce la extensión por todos los países capitalistas desarrollados de la “aristocracia obrera”. Como parte de ese proceso, en Europa Occidental, se produjo un cambio en la composición social y en la ideología socialdemócrata, con un decrecimiento de la composición obrera y la influencia sindical, frente al incremento de los llamados cuellos blancos y el advenimiento de una tecnocracia partidista, cuya prioridad es ampliar y consolidar sus espacios en el parlamento y el gobierno.

Roberto Regalado, América Latina entre siglos,
¿Reforma o revolución?, La reforma y la revolución hasta la década de 1970

Interpretaciones de la "Guerra Fría"

La interpretación occidental ortodoxa y el revisionismo

En los primeros años, los estudios dedicados a la Guerra Fría guardaban un gran apego a la ortodoxia, entregando explicaciones unilaterales, donde las causas principales radicaban, esencialmente, en la agresividad soviética y su afán expansionista sobre el resto del mundo. Desde esta perspectiva, Estados Unidos se consideraba legítimo defensor del mundo libre, al cual debía proteger, evitando de ese modo el avance de las fuerzas comunistas que amenazaban con extenderse por todo el orbe.

Un ejemplo de esta interpretación lo refleja la definición establecida en el Manual de Temas Militares de la República Federal Alemana en 1963: “La Guerra Fría es la forma procedente del agresivo comunismo mundial, de la confrontación político-espiritual y psicológico-propagandística con el mundo no-comunista. En la Guerra Fría, el comunismo mundial quiere, en primer lugar, dominar la conciencia de las masas. Por tanto, el mismo trata de que su influencia penetre en todos los ámbitos vitales de la sociedad en los Estados no-comunistas. La meta suprema de la guerra fría radica en el completo dominio, descubierto u oculto, del mundo no comunista. A tal efecto se utilizan preferentemente medios no-militares. No obstante, de vez en cuando también puede recurrirse a medios militares. Los éxitos comunistas en la Guerra Fría pueden conducir a situaciones revolucionarias”.

Como se puede apreciar, según esta perspectiva, la Guerra Fría es un instrumento del comunismo mundial, que espera poder lograr la subversión de las masas en los países occidentales. Para obtener sus objetivos, el mundo comunista utilizaba preferentemente medios no militares, por ejemplo, la propaganda. No obstante, la utilización de medios militares no se encuentra descartada. De este modo, el actuar de Estados Unidos se explica como parte de la legítima defensa ante el inminente peligro que significa para el mundo occidental los afanes agresivos y expansionistas del mundo comunista.

La interpretación ortodoxa se fue matizando y orientando hacia estudios más objetivos que intentaban poner en perspectiva los diversos factores involucrados en las causas que originaron la denominada Guerra Fría.

Como ejemplo de esta evolución se puede mencionar el análisis propuesto por Jean Duroselle, en su libro “Europa de 1815 a Nuestros días” (1967). En él se evidencia un claro interés por aproximarse a un estudio crítico y no ortodoxo del conflicto sostenido por las dos superpotencias. Para este autor, el conflicto entre dos ideologías político-sociales se transformó en el fenómeno más sobresaliente de la posguerra. Durante la guerra, las necesidades de permanecer unidos habían disfrazado las profundas heterogeneidades entre los principales componentes de la coalición, pero una vez que la conflagración terminó las divergencias se hicieron insalvables. Más aún, debido a que la guerra había contribuido a consolidar como superpotencias militares tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética. Desde esta perspectiva, las condiciones para que se produjera la Tercera Guerra Mundial ya estaban generadas. Pero la conflagración no se llevó a cabo, debido esencialmente, a lo que Duroselle denomina “equilibrio del terror”, el cual se explica a partir del hecho que la tecnología militar utilizada por ambos bandos había sobrepasado por primera vez los límites de la destrucción total. Ante tales condiciones, dar comienzo a un conflicto directo, habría significado sentenciar a muerte a la propia población, cuestión a la que ninguno de los dos bandos en pugna quería arriesgarse. Así había sido hasta 1967, año en que se edita por primera vez la obra citada de Duroselle, y así continuó siendo hasta el final de la Guerra Fría.

Otro de los autores que se destacan en la evolución de la historiografía occidental es Andre Fontaine, con su obra “La Historia de la Guerra Fría” (1970). Para Fontaine, la Guerra Fría era un enfrentamiento entre soviéticos y norteamericanos, motivados por sus ambiciones e intereses contrapuestos, por el choque de dos ideologías de pretensión universal, encarnadas cada una de ellas en un estado con poder suficiente para hacer de él un candidato a la hegemonía. Solo el “equilibrio del terror” había permitido una especie de armisticio. Como se puede apreciar, Fontaine elabora una definición equilibrada que contempla las responsabilidades de ambos actores, subraya también el factor crucial que hasta ese momento (1970), había impedido el enfrentamiento: el denominado “equilibrio del terror”.

¿Qué dice la historiografía occidental actual?

A continuación se exponen las perspectivas de análisis presentadas por la historiografía occidental actual. Todos los autores que se analizan a continuación cuentan en su haber el poder contemplar su objeto de estudio, la Guerra Fría, como un proceso acabado, ya que todos escriben durante la última década del siglo XX e incluso en los primeros años del presente siglo.

En primer lugar, recogemos la propuesta de Juan Pereira en "Orígenes de la Guerra Fría”, destacamos de su obra la definición del concepto, los ejes cronológicos y su intento por resumir y sintetizar a partir de las interpretaciones divergentes un concepto que contenga las principales características de la Guerra Fría.

Para este autor, la Guerra Fría dura casi 45 años, se extiende desde 1947 hasta 1989-1990. En ese período la Guerra Fría se transformó en factor central de las relaciones internacionales. Condicionó la política exterior de Estados Unidos y la URSS, y también de gran parte de las naciones del mundo, del norte y del sur, del Este y el Oeste. Este peculiar conflicto no sólo se desarrolló en Europa, sino que progresivamente se fue mundializando, convirtiéndose el tercer mundo en principal teatro de operaciones militares. No obstante, la Guerra Fría no sólo es el conflicto entre el Este y el Oeste, pues sus manifestaciones y consecuencias se pueden apreciar en campos tan variados como el de la psicología de la guerra, la creación de la red de  Internet, la censura en el cine y los medios de comunicación.

El año 1947 es considerado por J. Pereira como punto de partida de la Guerra Fría, ya que es ahí, donde según su apreciación se evidencia el quiebre definitivo de la alianza de guerra. Y esto viene a manifestarse concretamente a través de la Doctrina dada a conocer por el Presidente norteamericano Harry Truman, quien el 12 de marzo de 1947 se dirigió al Congreso de EEUU para anunciar un cambio importante en los objetivos y estrategias de la política exterior norteamericana. La idea central del discurso versaba, esencialmente, entorno a la responsabilidad que debían adoptar los Estados Unidos en defensa del mundo libre frente al asedio de los regímenes totalitarios. En términos concretos, se estaba pidiendo al Congreso la autorización de apoyar económicamente a Grecia y Turquía frente al avance comunista.
“Uno de los objetivos fundamentales de la política de EEUU es la creación de condiciones en las cuales nosotros y otras naciones podamos forjar una manera de vivir libre de coacción (…) debemos estar dispuestos a ayudar a los pueblos libres al mantenimiento de sus instituciones  libres y su integridad nacional (…)”
“Si dejamos de ayudar a Grecia y a Turquía en esta hora decisiva las consecuencias, tanto para Occidente como Oriente serían de profundo alcance (…) Pido al Congreso la cantidad de 400 millones de dólares durante el período que termina el 30 de junio de 1948”  H. Truman. 12 de febrero 1947

El discurso viene a significar un hito crucial en el cambio experimentado por las relaciones internacionales. Por una parte el compromiso que Estados Unidos está asumiendo en defensa de Grecia significa el reconocimiento de la inminente decadencia del último país europeo que podría haber jugado como contrapeso en el período de posguerra, este es Gran Bretaña. En este punto debemos recordar que en febrero de 1947, el Ministro de Asuntos Exteriores Británico, Ernest Bevin, hizo saber al Gobierno Norteamericano que Gran Bretaña no podía soportar más la carga que había asumido de ayudar financiera y militarmente a Grecia y a Turquía. Por otra parte, en el discurso se esboza la política que va a caracterizar todo el período abarcado por la Guerra Fría, nos referimos a la Contención.

Volviendo al análisis presentado por Juan Pereira, éste considera que la Guerra Fría tuvo por elementos constitutivos las siguientes características:

Fue un enfrentamiento directo y no bélico, primero entre Estados Unidos y Unión Soviética, después por los dos bloques liderados por éstos Estados. Un enfrentamiento que se inició en 1947 entre los dos Estados con mayor poder e influencia en el mundo que adquirieron un nuevo status en la política internacional: el de superpotencia. Posición adquirida tanto por sus intereses mundiales y recursos disponibles, como por los medios políticos, ideológicos y militares que tenían para alcanzar sus objetivos. Este nuevo equilibrio de poder dio lugar a un sistema internacional bipolar y flexible, en el que junto a las dos potencias y los bloques que estaban bajo su influencia, se encontraron actores no alineados y un actor universal, la ONU, que trató de jugar un papel atenuador de la tensión internacional. En este sistema bipolar ambas potencias trataron de distinguir entre aliados u enemigos, delimitaron sus zonas de influencia y trataron de ampliarlas a costa del bloque contrario, intentando evitar cualquier desviacionismo político o ideológico en sus respectivas zonas. No hubo posibilidad de que un Estado se declarase neutral sin el consentimiento de las dos superpotencias.

Ocupada, controlada y delimitada una zona de influencia su respeto por la otra superpotencia fue una regla básica. Cuando esta regla se incumplió y muy especialmente cuando este incumplimiento afectó a territorios incluidos en el perímetro de seguridad establecidos por las dos superpotencias, el peligro de enfrentamiento directo surgió y la tensión se agravó provocando los momentos de mayor inestabilidad. El enfrentamiento entre los bloques se fue mundializando paulatinamente a partir de los primeros choques en Europa. De forma progresiva el antagonismo ideológico y dialéctico se amplió y en él se integraron factores políticos, psicológicos, sociales, militares y económicos, convirtiéndose de este modo en un enfrentamiento global.

La tensión impulsó la elaboración de una política de riesgos calculados, con la disuasión nuclear como eje básico, que adoptó una estrategia diplomática militar cuyas bases fueron: la contención del enemigo y de su expansión; La disuasión de cualquier acto hostil ante la amenaza de recurrir al enfrentamiento bélico y provocar cuantiosos daños; la persuasión con factores ideológicos y psicológicos; la subversión para eliminar autoridades políticas o militares que no aceptaron los valores o las reglas del bloque en el que estaban integradas; el espionaje ante  la necesidad de conocer rápida y verazmente las actividades y decisiones del enemigo.

El segundo autor que consideramos en este análisis es Julio Gil, quien se pregunta por el origen del término Guerra Fría, del cual sostiene “es de origen norteamericano. Lo inventó en 1947 el periodista Herbert B. Swope para su uso en un discurso del senador Barnard Baruch. Lo recogió otro periodista Walter Lipman que lo popularizó en una recopilación de sus artículos titulada La Guerra Fría. Estudio de la política exterior de los Estados Unidos. A finales de los años cuarenta la expresión había ganado carta de naturaleza y se utilizaba para designar al complejo sistema de relaciones internacionales de la posguerra, la pugna entre las dos superpotencias por la hegemonía mundial y la aparición de un abismo de hostilidad y temor entre los dos grandes bloques geopolíticos”. Como se puede apreciar, inmediatamente explica que el término Guerra Fría se utilizó para caracterizar al nuevo tipo de relaciones internacionales que sobrevendría entre las dos grandes potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. En este nuevo período, la característica estaría dada por la tensión generada a partir de la competencia que ambas superpotencias emprendieron con el fin de asegurar su hegemonía mundial.

En el análisis de Julio Gil se destaca la caracterización de la vida internacional durante el período de la Guerra Fría:

1. La estructuración de un sistema bipolar rígido, en el que no cabían las posiciones intermedias, que alineaba a dos bloques de países agrupados entorno a dos potencias imperiales, Estados Unidos y la Unión Soviética.
2. La tensión permanente entre los dos polos, motivada por la búsqueda del equilibrio estratégico en un mundo profundamente alterado por la Segunda Guerra Mundial y sometido a continuos cambios en la posguerra.
3. Una política de riesgos calculados destinada en un primer momento a la contención de los avances del adversario y luego a disuadirle de cualquier acto hostil, pero evitando provocar un conflicto de carácter mundial. Esta política condujo a la continua aparición de puntos calientes (Corea, Berlín, Cuba, et.) , Donde los bloques midieron sus fuerzas, dispuesto a volver a las negociaciones cuando los riesgos fueran excesivos para ambos.
4. El papel asignado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como foro de discusión entre los bloques, último recurso ante las crisis y, a la vez, escenario de la propaganda de los adversarios.
Finalmente hemos contemplado el análisis propuesto por Eric Hobsbawm, para quien la Guerra Fría es el telón de fondo sobre el cual se estructura el devenir histórico de los últimos 45 años del que ha denominado “Corto siglo XX”, que abarca desde 1914 hasta 1991, es decir, entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética. Según Hobsbawm “(la segunda mitad de siglo XX) en su conjunto siguió un patrón único marcado por la peculiar situación internacional que lo dominó hasta la caída de la URSS: el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, la denominada Guerra Fría”.

La Segunda Guerra Mundial se encargó de dejar frente a frente a dos superpotencias militares. La URSS había salido del conflicto ocupando amplias extensiones de Europa, y rebosante de un enorme prestigio mundial, ya que según Hobsbawm a ella pertenecía, esencialmente, el mérito del triunfo ante las potencias del Eje. No obstante, en términos concretos la URSS no representaba ninguna amenaza inmediata para quienes se encontrasen fuera del ámbito de ocupación de las fuerzas del ejército rojo. Después de la guerra, se encontraba en ruinas, desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba de una población gran parte de la cual, fuera de Rusia,  había mostrado una clara y compresible falta de adhesión al régimen. Pero esto último no lo tuvieron presente los políticos de Estados Unidos, que creyeron ver en la URSS una potencia expansiva y agresiva, frente a la cual era necesario actuar.

En términos concretos, para Hobsbawm el período en que se entiende la denominada Guerra Fría no hubo ningún peligro inminente de guerra mundial. Pues a pesar de la retórica apocalíptica utilizada por ambos bandos, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la Segunda Guerra Mundial. Desde esta perspectiva el rol que correspondió a las armas nucleares fue el haber mantenido y congelado esta situación hasta fines de la década de 1980, cuando amabas partes aceptaron que la otra sinceramente deseaba acabar con la carrera de armamentos. Esto aconteció concretamente entre los años 1986 y 1987, fecha en que se llevan a cabo las cumbres de Reykjavik y Washington. No obstante, el fin de esta peculiar guerra sólo se hizo inminente para todos con el hundimiento del Imperio Soviético en 1989 y la posterior disolución de la URSS en 1991.

Ahora bien, la particularidad que destacamos de este autor es su percepción acerca de las causas que motivaron el surgimiento de la Guerra Fría. Si bien, Hobsbawm reconoce que es tentador para todo historiador quedarse siempre con el término medio, buscando un justo equilibrio cuando se trata de hallar a los culpables o responsables de ciertos acontecimientos históricos, finalmente, termina equilibrando la balanza hacia la responsabilidad que tuvieron muchos políticos  norteamericanos. Estos últimos habrían llegado a la conclusión de que la construcción de la imagen de un enemigo exterior era una herramienta política perfecta, que servía a sus intereses. Así, “El anticomunismo apocalíptico se volvió útil y tentador. Un enemigo exterior que amenazase a Estados Unidos le resultaba práctico a los gobiernos norteamericanos, que habían llegado a la acertada conclusión de que los Estados Unidos eran ahora una potencia mundial. Como fantasma y como uno de los mayores obstáculos internos se encontraba el aislacionismo. Si los mismísimos Estados Unidos no estaban a salvo, entonces no podían  renunciar a las responsabilidades y recompensas del liderazgo mundial, igual que hicieron al término de la primera gran guerra”. Desde este punto de vista, era necesario crear una imagen del enemigo exterior, ya que de ese modo podía justificarse el giro que estaban experimentando las Relaciones Internacionales de Estados Unidos. Ya no se quedaría acorralado o protegido tras los dos océanos, sino que ahora tomaría participación directa en los diversos conflictos suscitados alrededor del mundo: Europa, Asia, América Latina y Asia.

Tomado y adaptado de:
http://historia1imagen.cl/2007/06/07/el-concepto-guerra-fria-en-la-historiografia/

domingo, 2 de septiembre de 2018

La inmediata posguerra: El surgimiento del Estado de Bienestar

La expresión inglesa Welfare state, que suele traducirse como Estado de bienestar o Estado providencia, se empleó por primera vez en 1941. Esta postura coincidía con la política social propugnada por el Partido Laborista y plasmada por uno de sus miembros más cualificados, William H. Beveridge, en un documento histórico del año 1942 conocido como Informe Beveridge. El proyecto se apoyaba en las conocidas teorías intervencionistas de Keynes, que habían inspirado algunas de las reformas sociales ensayadas en los años 30, y se concebía como una respuesta a las necesidades inmediatas creadas por la segunda guerra mundial -el reparto equitativo de unos recursos escasos y la nacionalización de servicios públicos- y como antídoto ante los males estructurales del capitalismo: el desempleo y la pobreza. El objetivo final de Beveridge era dotar a Gran Bretaña de un sistema avanzado de asistencia social que permitiera a los ingleses tener cubiertas sus necesidades mínimas en sanidad, educación y vivienda y ante cualquier contingencia de su vida laboral durante toda su vida y cualquiera que fuera su origen social.

La resistencia de los conservadores, que gobernaban en coalición con los laboristas bajo el liderazgo de Winston Churchill, impidió que los principios del informe Beveridge pudieran prosperar hasta la llegada del laborismo al poder, tras su victoria electoral de 1945. Para entonces, la creación del llamado Estado de bienestar, incluido el desarrollo de un sector público en la economía,se había convertido en un imponderable de la reconstrucción de los países europeos por la necesidad de los Estados de optimizar sus recursos y de dirigir la ayuda norteamericana hacia sectores estratégicos, además de cumplir con el propósito de garantizar a la población un mínimo de bienestar que actuara como barrera frente al comunismo. La "revolución keynesiana", como se la ha denominado, tenía también a su favor la inercia de la política intervencionista practicada en distintos países en el período de entreguerras, sobre todo durante la Gran Depresión de los años 30. El hecho es que frente al liberalismo económico del siglo XIX, la tendencia del siglo XX, inaugurada tras la Primera Guerra Mundial, acelerada en la década de 1930 y reforzada a partir de 1945, apuntaba hacia un modelo de sociedad que permitiera aprovechar la eficiencia del mercado y la capacidad redistributiva del Estado. 

Junto al elevado nivel de consenso que generó -el Estado de bienestar fue asumido casi unánimemente como uno de los pilares del progreso económico y social de la civilización occidental-, su otra característica fundamental fue el abandono de algunos dogmas del liberalismo económico y la adopción por parte del Estado de un papel activo en el crecimiento económico, basado en la demanda del sector público y en la elevada capacidad de consumo de la población, que, gracias al pleno empleo y a unos salarios altos, se mantendría por encima del nivel de subsistencia. Además el Estado asumió el coste del sistema de protección social, para lo cual se introdujo una nueva fiscalidad progresiva sobre la renta personal, capaz de permitir la financiación de la seguridad social, la enseñanza gratuita y universal, las empresas públicas, etc.

Estado de bienestar, democracia parlamentaria -ampliada con la generalización del sufragio femenino en la posguerra-, revolución tecnológica y sociedad de consumo fueron los principales ingredientes de lo que se conoce como la "Edad de oro", un período que arranca del fin de la Segunda Guerra Mundial y termina en los años 70, cuando la crisis del petróleo de 1973 puso término a un modelo de progreso económico y social que algunos creyeron irreversible. Dentro de la variedad de situaciones -por ejemplo, el Estado de bienestar se desarrolló con más fuerza en Europa que en Norteamérica o Japón-, la evolución de los países occidentales estuvo marcada por el impacto de la Guerra Fría y de la alianza anticomunista en la política interior y por el amplio consenso social y político que respaldó la reconstrucción de la democracia sobre bases relativamente distintas en aquellos países que la practicaban antes de la guerra y enteramente nuevas en Alemania, Italia y Japón.

Extraído de: Fuentes, J.F. y La Parra López, E. -"Historia Universal del siglo XX", Editorial Síntesis, 2001.



sábado, 1 de septiembre de 2018

La inmediata posguerra: la división del mundo en dos bloques de poder hegemónico

Las causas de la ruptura: dos modelos enfrentados.
 
El motivo fundamental del enfrentamiento entre los dos bloques fue ideológico, aunque sin olvidar los intereses económicos que hay tras la creación de dos áreas de influencia. Por lo tanto, la guerra fría, será el resultado del desacuerdo sobre el orden político que se había de imponer tras la victoria aliada. Aunque ambas alternativas se presentaban como democráticas, cada una interpretaba la democracia de una manera diferente: para el bloque occidental, democracia significaba el respeto de las libertades individuales (incluida la económica) en un contexto de liberalismo parlamentario que respetase las diferentes opciones políticas y sindicales. En cambio, el bloque oriental pone el énfasis en la igualdad, de manera que las libertades democráticas han de pasar a segundo plano, ya que sin justicia social no tiene sentido hablar de libertades formales.

Los detonantes de la ruptura: Checoslovaquia, Alemania y el Plan Marshall.
 
a) El Plan Marshall: Los resultados de la Segunda Guerra Mundial fueron desastrosos para Europa: devastados por la guerra, hambrientos, con una producción insuficiente, los estados europeos carecían de los recursos necesarios para mantener sus respectivas poblaciones e iniciar la reconstrucción interior y hacer frente a su endeudamiento (sobre todo con los EEUU). Ante esta situación global de Europa, los EEUU, a través de su presidente, Truman, y del secretario de estado, Marshall, se convencieron de la necesidad de una política “intervencionista”, en oposición al “aislacionismo” anterior a la guerra en doble sentido:

i) Político- ideológico, la “doctrina Truman”: Se trata de intervenir para parar el avance del comunismo en algunas zonas. Para ello el gobierno norteamericano aumentó el número de soldados en Europa y procedió a la instalación de bases militares en Grecia y Turquía, zonas de influencia inglesa, pero que sin la intervención americana podían caer en la órbita comunista. Por otro lado, los EEUU condicionarán cualquier ayuda económica a la expulsión de los ministros comunistas de los gobiernos de salvación nacional que se habían formado en Francia, Italia, Bélgica y Dinamarca.

ii) Económico, el “Plan Marshall”: el plan tenía objetivos económicos y políticos. Se trata de encontrar una solución política y económica a los problemas de Europa sin perjuicio de los intereses norteamericanos. Por un lado, se pretende la restauración de las economías de libre mercado en Europa y sus colonias y la no disminución de las relaciones comerciales euro- americanas. El hundimiento económico de Europa podía privar a Estados Unidos de importantes mercados. En principio la ayuda estaba dirigida a toda Europa excepto España,  aunque Stalin “autoexcluyó” a los Estados de Europa oriental. Los EEUU solicitaron que los países beneficiarios se unieran en un organismo común para organizar la ayuda y la futura cooperación euronorteamericana: OECE (precursora de la actual OCDE), la Organización Europea de Cooperación Económica. El objetivo último era la creación de un mercado común europeo.

Por otro lado, la ayuda económica tenía como objetivo evitar el peligro de inestabilidad política y social de las democracias occidentales. Se esperaba que la reconstrucción económica de Europa evitara los avances comunistas debidos al hambre y la miseria. En resumen, el Plan Marshall sirvió para reconstruir Europa (en este sentido es un plan revolucionario, un país rico como era EEUU, emplea sus recursos económicos en reanimar a sus competidores), pero servía también los intereses americanos garantizando un mercado mundial reanimado, uno de cuyos beneficiarios serían los EEUU.

b) El bloqueo de Berlín: En 1947 el problema alemán fue el segundo gran factor desencadenante de la ruptura entre bloques. Tras la partición de Alemania, todas las autoridades civiles fueron sustituidas por un Consejo Aliado de Control, integrado por los comandantes militares de las zonas de ocupación. Los acuerdos de Potsdam preveían la reconstrucción a medio plazo de un Estado alemán bajo un régimen democrático, pero pronto se vio que democracia no significaba lo mismo para todos.

En febrero de 1948, los occidentales anunciaron su intención de crear un Estado federal alemán separado de la zona rusa. Como respuesta, los soviéticos abandonaron en Consejo Aliado de Control. En junio de ese mismo año, las autoridades de las diversas zonas occidentales establecieron un sistema monetario común y diferente del de la zona oriental, a la vez que se ratificaban en su intención de segregar el país. Berlín, la capital, también estaba dividida en cuatro zonas, pero estaba situada en la zona de Alemania controlada por los soviéticos. La respuesta de Stalin fue el bloqueo de Berlín Occidental, que sólo pudo resistir gracias al puente aéreo que le comunicó con la Alemania Occidental entre junio de 1948 y octubre de 1949; además no reconoció el gobierno de Honrad Adenauer(establecido en septiembre de 1948 en la Alemania Occidental); además de establecer la República Democrática Alemana (octubre del 49) en la zona de ocupación soviética presidida por Wilhelm Pieck.

Durante los meses que duró el bloqueo de Berlín se pensó en la posibilidad de una tercera guerra mundial, pero el monopolio atómico de los EEUU era una baza importante a su favor.

c) La crisis de Praga: Consistió en presionar al presidente Benes (hasta ese momento partidario de una democracia independiente de los dos bloques) para que se alineara definitivamente en el Bloque Soviético. La forma de presión elegida fueron una serie de huelgas dirigidas por los comunistas, que forzaron al presidente a nombrar Primer Ministro al líder comunista (Gottwald) que a continuación integró a su país en el Bloque Oriental. Su repercusión en Occidente fue enorme, dando lugar a las primeras alianzas anticomunistas. (febrero de 1948)
 
Configuración y organización de los dos bloques. Las alianzas militares:
 
Fue en estas circunstancias de enfrentamiento por la cuestión alemana cuando nació la idea de crear una “Alianza Atlántica”. La constitución de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se llevó a cabo en abril de 1949 por parte de EEUU, Canadá, Reino Unido, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Noruega, Dinamarca, Islandia, Portugal e Italia. En 1952 Grecia y Turquía se integran en la OTAN, y en 1955 lo haría la RFA. La integración de este país en la OTAN tuvo como respuesta directa y explícita por parte de los países del Este, la formación del Pacto de Varsovia. Se trataba de una alianza militar defensiva de todos los países firmantes en caso de que alguno de ellos sufriese una agresión.

Simultáneamente, en el bloque oriental se producen una serie de modificaciones:

i) El presidente de Yugoslavia, Tito, decidió separarse de su aliado soviético, al no ser aceptable para él el proyecto de federación de su país con Albania y Bulgaria. El nacionalismo dentro de un país comunista, tan temido por Stalin, triunfó en Yugoslavia y Stalin llevó a cabo una serie de purgas en el resto de países del Este bajo la acusación de titoismo.

ii) Para compensar estas pérdidas, la URSS buscó la alianza de la China Popular.



iii) La situación privilegiada de los EEUU, cambió en agosto de 1949, cuando descubrió que la URSS disponía ya de la bomba atómica, lo que equilibraba fuerzas y aportaba mayores riesgos en caso de guerra.