lunes, 29 de octubre de 2018

Proceso económico de Uruguay en el siglo XX

Comienzos de siglo

Surgimiento de una industria vinculada al modelo agroexportador

Al ingresar en el nuevo siglo, en 1902, se inaugura la primera planta de faena de ganado bovino. Era el frigorífico “La Uruguaya”, vendiéndose en 1911 a la firma argentina Sansinena. En 1912 se instaló el frigorífico Montevideo perteneciente a la compañía Swift, que en 1916 pasa a denominarse Frigorífico Swift de Montevideo. Un año después, abre sus puertas el frigorífico Artigas que es adquirido por la firma Armour de Chicago. Sobre 1924 la compañía Liebig´s de Fray Bentos se transforma en el Frigorífico Anglo del Uruguay y cuatro años más tarde, en 1928, se crea por ley el Frigorífico Nacional al que se le otorga el monopolio del abasto de Montevideo, iniciando sus actividades mediante el arriendo de la planta del frigorífico Sansinena en junio de 1929.

Más información sobre la industria de la carne 

Mediados de siglo

Prosperidad y crisis del modelo ISI

A partir de 1945 gracias a la acumulación de reservas en moneda extranjera durante la Segunda Guerra Mundial y a la coyuntura internacional favorable en precios, se consolida el crecimiento de la industria liviana. Se instala en el país un modelo de desarrollo proteccionista, que da prioridad al sector industrial, a la agricultura y a la lechería, con participación activa del Estado. Pero el sector ganadero en cambio, no tuvo condiciones de rentabilidad adecuadas.

A partir de 1955 la economía mundial sufre transformaciones desfavorables para Uruguay: fuertes políticas proteccionistas de Europa, colocación de excedentes agrícolas de Estados Unidos, producción de fibras sintéticas que compiten con la lana y contratos entre Gobiernos para evitar alzas de precios. Este contexto económico internacional provoca un estancamiento de las exportaciones uruguayas. Bajo estas circunstancias comienza a frenarse el desarrollo del agro y del sector industrial, comenzando un agudo proceso inflacionario que se extiende a lo largo de la década de 1960.

Fin de siglo

Un nuevo modelo económico se consolida lentamente a partir de 1968, encontrando un contexto favorable para su desarrollo en los años de dictadura y consolidandose con los gobiernos democráticos de la década de 1990. Este modelo se ha caracterizdo como Liberal, Aperturista, Concentrador y Excluyente (LACE por sus siglas).

Lo hemos definido liberal, porque se sustentó en la reducción de la intervención del Estado, en especial en el área social, laboral, de apoyo a los sectores productivos y pretendió transferir a privados las empresas públicas.

Aperturista, porque desprotegió al país frente a las amenazas del exterior y no contó con políticas internas que permitieran enfrentar la competencia externa y aprovechar las oportunidades que dio la economía mundial.

Concentrador, porque su viabilidad y desarrollo implicaron concentrar y centralizar la riqueza, es decir transferir dinero del trabajo al capital (concentración) e integrar los capitales en grandes conglomerados económicos (centralizar) basado en exportaciones primarias.

Excluyente, porque una porción creciente de la población fue quedando fuera de los canales de acumulación formal, con un desempleo estructural y creciente, con aumento de la pobreza, en definitiva se excluyó a las mayorías del fruto del crecimiento de la riqueza.

miércoles, 10 de octubre de 2018

La causa inmediata de la segunda guerra mundial

En este resumen el historiador inglés Eric Hobsbawm nos explica los orígenes de la segunda guerra mundial.

No caben dudas de que la segunda guerra mundial (1939-1945) se debió a la política exterior agresiva de Alemania, Japón e Italia. Los países que se vieron arrastrados a la guerra contra los tres antes citados no la deseaban e hicieron cuanto estuvo en su mano para evitarla. Si se pregunta quién o qué causó la segunda guerra mundial, se puede responder con toda contundencia: Adolf Hitler.
Ahora bien, las respuestas a los interrogantes históricos no son tan sencillas. La situación internacional creada por la primera guerra mundial (1914-1918) era muy inestable, especialmente en Europa, pero también en el Extremo Oriente y, por consiguiente, no se creía que la paz pudiera ser duradera. La insatisfacción por el resultado de la guerra anterior y los tratados de paz, no la manifestaban sólo los estados derrotados, aunque éstos, especialmente Alemania, creían tener motivos sobrados para el resentimiento. Todos los partidos alemanes, desde los comunistas, en la extrema izquierda, hasta los nacionalsocialistas de Hitler, en la extrema derecha, coincidían en condenar el tratado de Versalles como injusto e inaceptable. (…) Sin embargo, también Japón e Italia, aunque integrados en el bando vencedor, se sentían insatisfechos; los japoneses con más justificación que los italianos, cuyos anhelos imperialistas superaban en mucho la capacidad de su país para satisfacerlos. De todas formas, Italia había obtenido de la guerra importantes anexiones territoriales en los Alpes, en el Adriático e incluso en el mar Egeo, aunque no había conseguido todo cuanto le habían prometido los aliados en 1915 a cambio de su adhesión. Sin embargo, el triunfo del fascismo, movimiento contrarrevolucionario y, por tanto, ultranacionalista e imperialista, subrayó la insatisfacción italiana. En cuanto a Japón, su considerable fuerza militar y naval lo convertían en la potencia más formidable del Extremo Oriente. (…) Pero sin duda Japón, cuya industrialización progresaba a marchas forzadas, aunque la dimensión de su economía seguía siendo modesta, creía ser acreedor a un pedazo mucho más suculento del pastel del Extremo Oriente que el que las potencias imperiales blancas le habían concedido. Además, los japoneses eran perfectamente conscientes de la vulnerabilidad de su país, que carecía prácticamente de todos los recursos naturales necesarios para una economía industrial moderna, cuyas importaciones podían verse impedidas por la acción de los navíos extranjeros y cuyas exportaciones estaban a merced del mercado estadounidense. 
 
No obstante, por muy inestable que fuera la paz establecida en 1918 y por muy grandes las posibilidades de que fuera quebrantada, es innegable que la causa inmediata de la segunda guerra mundial fue la agresión de las tres potencias descontentas, vinculadas por diversos tratados desde mediados de los años treinta. Los episodios que jalonan el camino hacia la guerra fueron la invasión japonesa de Manchuria en 1931, la invasión italiana de Etiopía en 1935, la intervención alemana e italiana en la guerra civil española de 1936-1939, la invasión alemana de Austria a comienzos de 1938, la mutilación de Checoslovaquia por Alemania en los últimos meses de ese mismo año, la ocupación alemana de lo que quedaba de Checoslovaquia en marzo de 1939 (a la que siguió la ocupación de Albania por parte de Italia) y las exigencias alemanas frente a Polonia, que desencadenaron el estallido de la guerra. Se pueden mencionar también esos jalones de forma negativa: la decisión de la Sociedad de Naciones de no actuar contra Japón, la decisión de no adoptar medidas efectivas contra Italia en 1935, la decisión de Gran Bretaña y Francia de no responder a la denuncia unilateral por parte de Alemania del tratado de Versalles y, especialmente, a la reocupación militar de Renania en 1936, su negativa a intervenir en la guerra civil española, su decisión de no reaccionar ante la ocupación de Austria, su rendición ante el chantaje alemán con respecto a Checoslovaquia (el «acuerdo de Munich» de 1938) y la negativa de la URSS a continuar oponiéndose a Hitler en 1939 (el pacto firmado entre Hitler y Stalin en agosto de 1939).