En este resumen el historiador inglés Eric Hobsbawmn explica el desenlace final de la segunda guerra mundial.
Las decisiones de invadir Rusia y declarar la guerra a los Estados Unidos decidieron el resultado de la segunda guerra mundial. Esto no se apreció de forma inmediata, pues las potencias del Eje alcanzaron el cénit de sus éxitos a mediados de 1942 y no perdieron la iniciativa militar hasta 1943. Además, los aliados occidentales no regresaron de manera decidida al continente europeo hasta 1944, pues aunque consiguieron expulsar a las potencias del Eje del norte de África y llegaron hasta Italia, su avance fue detenido por el ejército alemán. Entretanto, la única arma que los aliados podían utilizar contra Alemania eran los ataques aéreos que, como ha demostrado la investigación posterior, fueron totalmente ineficaces y sólo sirvieron para causar bajas entre la población civil y destruir las ciudades. Sólo los ejércitos soviéticos continuaron avanzando, y únicamente en los Balcanes —principalmente en Yugoslavia, Albania y Grecia— se constituyó un movimiento de resistencia armada de inspiración comunista que causó serios quebrantos militares a Alemania y, sobre todo, a Italia. Sin embargo, Winston Churchill no se equivocaba cuando afirmó después del episodio de Pearl Harbor que la victoria era segura «si se utilizaba adecuadamente una fuerza abrumadora». Desde los últimos meses de 1942, nadie dudaba del triunfo de la gran alianza contra las potencias del Eje. Los aliados comenzaron ya a pensar cómo administrarían su previsible victoria.
No es necesario continuar la crónica de los acontecimientos militares, excepto para señalar que, en el oeste, la resistencia alemana fue muy difícil de superar incluso cuando los aliados desembarcaron en el continente en junio de 1944.(...) En el este, la determinación de Japón de luchar hasta el final fue todavía más inquebrantable, razón por la cual se utilizaron las armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki para conseguir una rápida rendición japonesa. La victoria de 1945 fue total y la rendición incondicional. Los estados derrotados fueron totalmente ocupados por los vencedores y no se firmó una paz oficial porque no se reconoció a ninguna autoridad distinta de las fuerzas ocupantes, al menos en Alemania y Japón. Lo más parecido a unas negociaciones de paz fueron las conferencias celebradas entre 1943 y 1945, en las que las principales potencias aliadas —los Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña— decidieron el reparto de los despojos de la victoria e intentaron (sin demasiado éxito) organizar sus relaciones mutuas para el período de posguerra: en Teherán en 1943, en Moscú en el otoño de 1944, en Yalta (Crimea) a principios de 1945 y en Potsdam (en la Alemania ocupada) en agosto de 1945. En otra serie de negociaciones interaliadas, que se desarrollaron con más éxito entre 1943 y 1945, se estableció un marco más general para las relaciones políticas y económicas entre los estados, decidiéndose entre otras cosas el establecimiento de las Naciones Unidas.
En mayor medida, pues, que en la «gran guerra», en la segunda guerra mundial se luchó hasta el final, sin que en ninguno de los dos bandos se pensara seriamente en un posible compromiso, excepto por parte de Italia, que cambió de bando y de régimen político en 1943 y que no recibió el trato de territorio ocupado, sino de país derrotado con un gobierno reconocido. (…) Para ambos bandos esta era una guerra de de ideologías. Era también una lucha por la supervivencia para la mayor parte de los países involucrados. Como lo demuestran los casos de Polonia y de las partes ocupadas de la Unión Soviética, así como el destino de los judíos, cuyo exterminio sistemático se dio a conocer gradualmente a un mundo que no podía creer que eso fuera verdad, el precio de la derrota a manos del régimen nacionalsocialista alemán era la esclavitud y la muerte. Por ello, la guerra se desarrolló sin límite alguno. La segunda guerra mundial significó el paso de la guerra masiva a la guerra total.
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